sábado, 9 de enero de 2016

Paradoja - Capítulo 10 - El clan (Recuerdos de Fran II) Segunda parte

Las garras se hicieron uno o dos centímetros más grandes. Sus músculos se tensaron y algunas de sus vertebras crujieron en su espalda. Su rostro era odio y su cuerpo el canalizador. De un salto embestió al hombre lobo que le sacaba 1 cabeza en todas sus dimensiones. El engendro se giró y le rechazó con bastante facilidad. Ahora tendría que acabar con él antes. En cuanto pudo recomponerse embistió de nuevo con las garras por delante. El hombre lobo hizo lo mismo y chocaron en el aire cayendo con las garras unidas en una lucha de fuerza. El vástago intentó ganar en fuerza pero esa no era su lucha. Se separó y esquivando un puñetazo del lupus le clavó las garras en el flanco, una y otra vez. Un codazo del lobo le despidió varios metros. Pero su odio sólo se vio aumentado por el hambre que cada vez le golpeaba y quemaba más por dentro. Se levantó de nuevo y le atacó frontalmente de nuevo. Esquivó de nuevo la garra del hombre lobo y con la rapidez que nunca había tenido antes dirigió sus dos garras a su cuello y se las clavó hasta donde pudo llegar con la fuerza que había obtenido con sus últimas reservas de vitae. El lobo aulló fuertemente y cayó al suelo con el vampiro con sus garras parecía formar uno con la bestia peluda. En cuanto el cuerpo del lobo tocó el suelo, la inercia de la caída y el hambre impulsaron al hijo de Caín a saciar su sed clavando sus colmillos sobre la carne del cuello del lobo. Cuando hubo tomado suficiente, Fran salió a la superficie y la bestia se ocultó saciada, por el momento, en la cárcel que era el cuerpo terreno de su portador.
Se levantó como drogado por el placer de haber bebido hasta no poder más. Observó como Peryl acababa con el lobo con un último zarpazo y su sire estaba depié esperando al vampiro restante que venía de la nueva partida que se acercaba peligrosamente después de haber eliminado al lobo que les atacaba. Tenía un subfusil y los tres vampiros veían como se acercaba con el arma.

Nathan saltó hacia él. Se defendió disparando pero antes de que se hubiera dado cuenta, Nathan le había saltado encima clavado las garras en el cuello, cada una a un lado, y dejando sus pies en su pecho. Antes de que calleran al suelo por la inercia, Nathan, separó la cabeza de su cuerpo con la fuerza de sus piernas y tirando a modo de sacacorchos. Se había acabado.


Se quedaron los tres formando un triángulo bastante equilátero mirándose durante unos minutos.
Fran comenzó a sentir que algo le hervía dentro. Veía borroso. Se quedó de rodillas. Estaba perdiendo la fuerza. Y en unos segundos, perdió la consciencia.

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Se encontraba en una cueva. Todo estaba oscuro y no escuchaba nada. Le dolía todo. Un profundo dolor en su interior le dejó de nuevo sin fuerzas y volvió a dormirse.

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Se despertó entre dolores. Algo luchaba dentro de él. Esta vez pudo ver que había más luz proveniente de un punto del habitáculo en el que se encontraba. Parecía una cueva. Alguien le habría dejado ahí. Dolor... Y calló inconsciente.

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Mucha mas luz que la última vez. ¿Por qué tengo las garras....?
-¿Hay alguien ahí? - dijo muy suavemente, aunque su intención había sido gritar.
Algo se acercó. Parecía ser Nathan.
-Paciencia.-dijo - Descansa chiquillo.
Fran cerró los ojos.

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La cueva volvía a estar bastante oscura. El se encontraba mejor. Se levantó con dificultad. Se sentía como si le hubieran propinado una paliza el día anterior.
-Deberías descansar.- Dijo una voz al fondo de la cueva.
-Estoy mejor...- explicó Fran. - ¿Qué me pasa?
-No lo sabemos exactamente. Toma esto.- se acercó y le dió una bolsa de sangre que Fran bebió con ansia.- Ahora deberías descansar. Pero antes, usa esto - Nathan le lanzó una cuchilla de afeitar que Fran no pudo coger al vuelo. Fran se tocó la cara. Tenía una barba que en vida hubiera necesitado varios meses para crecer hasta por debajo del cuello. Se volvió al lugar donde estaba tumbado al principio. Se afeitó la cara como pudo y se quedó unos minutos pensativo.
Fran se tumbó y volvió a dormirse como si no hubiera descansado en mucho tiempo.

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Fran se encontraba muy bien esa noche. Se levantó casi sin molestias, se afeitó a duras penas con la cuchilla que aún conservaba de la última vez y se dirigió a la zona de la que provenían algunas voces. Cuando llegó a la boca de la cueva vio a su sire murmurando apoyando la espalda contra la pared rocosa de la caverna y las piernas cruzadas.
-Buenas noches. ¿Dónde estamos? ¿Qué ha ocurrido?
-Todo a su tiempo. Estamos en el bosque negro, pero en una zona relativamente segura. Estábamos esperando a que te recuperases.
-¿Cuánto tiempo llevo descansando?
-Dos meses.
Fran sintió como los músculos de su garganta se comprimían a modo de tragar saliva. Era imposible que hubiera tardado tanto en recuperarse, el se sentía bien al terminar la batalla.-¿Qué fue de los otros vampiros? ¿No hubo más lobos?
-Eso no importa ahora. ¿Cómo te sientes?
-Bien.

La luna creciente dejaba entrever parte del bosque a la distancia. La boca de la cueva daba a un terraplén que caía en cuesta lo suficiente empinada como para dificultar una bajada sin utilizar las manos para sujetarse.
-Bebiste sangre de Licántropo. No sabemos que te puede ocurrir. Hay muchas leyendas y tonterías... Por ahora sólo puedo ofrecerte mi ayuda si en algún momento tienes problemas relacionados con ese tema. Por lo demás deberías de poder sobrevivir sólo.
-¿Qué era esa cosa?
-Son hombres lobo. Y aquel del que bebiste era uno de los que no pueden adquirir la forma humana, pues son lobos antes que nada, llevados a las filas de los licántropos. Hay distintas tribus entre ellos. Los Garou,
Nathan alzó la mirada hacia la parte superior de la entrada. La luz de la luna le daba de frente y mostraba su expresión cansada.
Fran miró en la misma dirección y titubeó al ver una forma oscura a cuatro patas con los ojos endemoniadamente rojos que, si hubiera sido aún humano, le hubiera cortado la respiración. La luna detrás de él no le permitía ver su cara ni diferenciar bien los colores o la ropa que llevaba encima. De todos modos, podía reconocer los ojos de Peryl aunque estuviera medio ciego. Tal era el estigma que le habían dejado esos ojos en lo profundo de su cogote.
-Peryl. Caminante del bosque negro.
-Nathan, Defensor de nuestros antiguos.
Fran dirigió la mirada a uno y después a otro frunciendo el ceño.-Fran, el novato - concluyó.
Nathan dejó que se le escapase una pequeña sonrisa.-No por mucho más tiempo. Tu tiempo de instrucción básica ha pasado. Has aprendido mucho, y aún te queda más por aprender. Pero lo has hecho bien y creo que no necesitas más de mis cuidados... por ahora. Bienvenido al clan Gangrel, Fran, rival de los Garou.
Fran le miró con cara de extrañado, pero parecía satisfecho con el nombre de su bautizo. Quizás un poco exagerado... pensó con humildad.
Nathan se acercó y le dio un papel.-Manda un telegrama si me necesitas pero no esperes una respuesta rápida. Si no, convoca a los nuestros. Pero sólo si es muy necesario. - Recortó la distancia rápidamente, lo cogió con las dos manos mirándole a los ojos, le mostró una sonrisa de oreja a oreja y le impulsó con la fuerza de un titán por encima de su cuerpo lanzándole cual peso pesado a una distancia inhumana colina abajo. Fran no pudo más que sorprenderse sin poder reaccionar a tiempo para evitarlo. Cuando se dio cuenta estaba volando descontrolado a través del bosque, chocando con varias ramas en su camino hasta que llegó a tocar el suelo con su cuerpo y rodando violentamente hasta que se detuvo después de acabar totalmente enfangado y lleno de hojas y ramitas del suelo.
Se levantó, sonrió y cuando se hubo orientado, comenzó a marchar hacia el este.

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