martes, 12 de mayo de 2015

Volere bene

No soy un especialista de la lengua. Pero me gusta analizar la semenjanza que existe entre todos los idiomas con los que he tenido contacto alguna vez.

He tenido la posibilidad de aprender un poco de italiano de modo más o menos intensivo y además la posibilidad de conocer más de su cultura y los distintos dialectos o lenguas que tienen en su país.

Es gracioso enterarse de que en una isla como Cerdeña existe un dialecto que por su continua terminación en "u" más se parece a lo que se habla en Cantabria que al catalán o al valenciano. Y que el catalán se habla en alguna parte de esta isla.

Es también interesante darse cuenta de la cantidad de distintas conversaciones (hablando exactamente de lo mismo) que tratan sobre idiomas. Sobre todo cuando dos personas tienen disintas lenguas maternas. Es lógico que ambos muestren interés en saber como se dice "cerveza" o "de puta madre" en el idioma del extranjero. Es esto que cuando se habla de idiomas en realidad no se expresan opiniones y es una forma muy fácil de interactuar y conocer gente sin tener nada en común. Nunca mejor dicho, ni el idioma siquiera.

Da mucho juego, es verdad. Lo digo por experiencia. El problema es cuando se empieza con geografía. Algunos, como un servidor, no tienen raíces en ciudades cononcidas como Barcelona o Madrid... o Lloret de Mar (donde todos los fines de curso van extranjeros de toda Europa a pillarse una buena bebiendo alcohol hasta que se les sale por las orejas) . Entonces entra el conflicto y tienes que tener paciencia:

-No, Santander no está cerca de Andalucía.
-Pero si en el mediterráneo, ¿no?
-No está al norte. Arriba del todo.
-¡Ah! en Cataluña.

El norte de España, para muchos turistas no existe. España es una media luna con puntas en Barcelona y Cádiz y centro en Madrid. Pero hay quien si conoce el camino de Compostela por el norte.

Pero lo mejor es cuando las lenguas se parecen. Como he comentado al principio, el italiano me ha abierto la mente. Nunca sabía decir más cosas en italiano que el nombre de las pizzas en un restaurante. Pero me he dado cuenta de que es más fácil de lo que parece.

Lo bonito es aprenderlo a la vez que haces amistad con la gente. Es un aprendizaje continuo, de lengua y de cultura que te revitaliza por dentro. Y cuando digo amistad, digo también más allá de la amistad. Cuando tienes una pareja de otro país, esto también da mucho juego. Y lo aprendes sin querer cuando se trata de lenguas romances... Por algo se llamarán así, ¿no?. Cada uno al discutir grita en una lengua distinta y terminas aprendiendo los refranes o las frases hechas más típicas de la cultura en cuestión, el "te quiero", los insultos, el "déjame en paz", "no quiero verte", "te odio a muerte", "quiero el divorcio",... Cosas prácticas que se dicen todos los días. Y además puedes añadir el idioma a tu CV. Nivel A2 hablado, B1 en comprensión y escrito... Pfff quién necesita ahora un idioma escrito (juas juas).

Pero lo que nadie podrá negar es que tener personas de otra cultura con otra lengua en tu vida es una de las cosas más interesantes y contructivas que se puede llegar a tener. Y si además compartes con ellas una vida en pareja, aunque sea por un tiempo, se convierte también en una experiencia inolvidable que te deja huella, y no sólo sentimentalmente hablando... sino también porque ese idioma y esa cultura se quedan marcadas en tus capacidades de comprensión y tolerancia. El idioma que aprendiste y compartiste o mejoraste con esa persona o gracias a esa persona y sus amigos será irremediablemente parte de tí... Y porque tuviste, en algún modo, una conexión especial más allá de la amistad con una persona con otra cultura y otra forma de entender las cosas. Sea como sea el final de esa relación, habrá merecido la pena.