viernes, 3 de abril de 2020

Divagaciones de un padre - Decisión o Sorpresa

No me preguntéis por qué decidí ser padre. No lo decidí. En realidad sucedió. Y con esto no quiero decir que yo no estuviera preparado o que mi interior no me pidiera serlo. De hecho mi sueño era ser padre con 20 años. Tener trabajo y asumir otras responsabilidades que implica llevar una familia adelante no era parte del plan. Era algo paralelo y dado por supuesto, pero a la edad que deseaba tener 20 años para jugar con mi hijo cuando yo aún fuese joven no era la que se tiene cuando se va a un campamento de verano y se espera que alguien saque un mensaje secreto dirigido a tí del saco de papelitos que el monitor de turno vaciaba alrededor de una hoguera. Pero a mi edad actual si se puede hacer uno a la idea de lo que se necesita. Y no sólo es dinero o una casa. También es importante haber conocido a la futura madre de tus hijos, por no decir lo primordial. Evitaré entrar en temas tan actuales como la compra de bebés en el mercado negro o alquilar el útero de una voluntaria.

Si tuviera que decir por qué decidí ser padre, sería bastante surrealista. Básicamente fue un sentimiento que te llega de dentro... y una mujer que te lo pide con el alma reflejada en los ojos.
En mi relación podría situarme como la parte racional (aunque no siempre) y a veces de sobremanera cuidadoso. Y mi mujer sería la que hay que frenar y en muchos casos nos empuja sorprendentemente en la buena dirección. En ocasiones es una virtud de su personalidad. Otras veces es básicamente la bomba hormonal que explota en el interior de una mujer y le provoca un despiadado deseo de comer chocolate, llorar o, en lo que nos ocupa, tener un infante.
Por ello diré que fue la mezcla de esperar al mejor momento y la biología.
Cuando por tercera vez arremetió con su sonrisa, entre malévola y embelesadora, contra mi resistencia respaldada por explicaciones sobre la situación económica y las complicaciones de tener un bebé en el extranjero, caí del burro y me di cuenta de que no hay momento perfecto y que yo quería ser padre hace tiempo. Además pensé que no puede ser nada bueno rechazar y aplacar la llamada de la maternidad de una mujer joven y saludable por razones que además de vagamente analizadas no eran del todo ciertas. Básicamente había necesitado las 2 veces anteriores para entender que no había un momento mejor y mentalizarme.
¿Entonces planeamos tener un hijo? No. Basicamente lo dejamos en el poder del azar. Y no nos preocupamos cuándo era más posible ni utilizamos aplicaciones de nuestros teléfonos para calcular porcentajes. Nos dejamos llevar y nos regocijamos en la despreocupación de emprender el camino definitivo que da sentido a nuestra vida y de mayor responsabilidad que hasta mis 20 años, paradójicamente, siempre fue típico de irresponsables.
No llevo mucho tiempo conociendo al producto de mi simiente, pero mientras escribo esto en el salón , tranquilo, y él duerme en la habitación, he de confesar que, sin su presencia, puedo notar un huequito vacío que me carcome en mi interior.