martes, 25 de abril de 2017

De la simbiosis necesaria para la evolución social

Se trata quizás de algo infinitamente coetáneo. De algo de lo que el presente, no puede deshacerse.

Antes de seguir divagando en mi pensamiento, debería aclarar de lo que hablo para que el lector no siga, sino que me acompañe en la exteriorización de mi pensamiento.

Evolucionar y estar en continuo cambio. Esto se puede aplicar a muchas cosas. Pero ahora voy al grano y dirijo toda mi energía hacia el entendimiento de la evolución social y sus normas no escritas.
Es como una enfermedad que combatimos de continuo. Con gran esfuerzo, grandes revoluciones y choques colosales entre naciones, pero que a su vez se ven representadas en el más pequeño de los detalles que se entreven al analizar, por ejemplo, un saludo entre dos personas. Imágináos la cantidad de factores que podrían volatilizar la opinión preliminar de una persona sobre una escena concreta de la vida cotidiana si sólo cambiásemos los detalles. Un saludo entre una mujer y un hombre. Un saludo entre un extranjero y un nativo. Entre un homosexual y un heterosexual del mismo sexo. Entre un ciego y una persona sin ningún tipo de problema de diversidad funcional. Ya no hablemos de cambiar el lugar del encuentro o el tiempo que hace. Pero no quiero entrar en la parte meteorológica.

Es una enfermedad crónica que evoluciona y convive con la incapacidad de la humanidad para sentirse saciada. Pero no se trata sólo de las ansias de saber y conocer nuestra procedencia o nuestro futuro. Yo hablo más de la parte social. De cómo la rueda que es la humanidad intenta seguir adelante, porque así lo dispone su naturaleza, esa inercia de querer saber y mejorar nuestra convivencia social, ese creer saber qué es lo mejor. La lucha contra lo "anterior", lo "retrógado", y la búsqueda del bien para todos, el convivir o la mejora de la sociedad. Pero, esa rueda que gira sin parar, se frena también y tiene una fricción. La parte de la sociedad que está acostumbrada y prefiere abandonar ese ánimo evolutivo y vivir un papel más pasivo y derrotista, luchando por la estabilidad de lo que ya existe y la desaceleración de esa rueda que escarba y tiene la voluntad de seguir rodando.

Me resulta difícil encarar este problema en mi realidad diaria. Cada vez que tengo una idea moderna, que invita al cambio. Cuando alguien me influye y me "contamina" con una idea aparentemente positiva. Y me afecta tanto que intento llevarla a cabo y emplear todas mis características adquiridas por el aprendizaje que implica vivir y madurar. Pero esa misma madurez me recuerda que "una vez" ya intenté algo parecido y alguien me detuvo. O me puso una zancadilla y caí con el dolor que eso conlleva y el esfuerzo subsiguiente necesario para volver a levantarme. O simplemente veo escenas diarias a mi alrededor, escucho noticias o gente conocida, amigos o familia  que me cuentan experiencias que me desaniman y reducen mis ganas de actuar.

Volviendo a las personas que se saludan... Es totalmente desconcertante cómo los prejuicios pueden destruir tus pensamientos o tus intenciones instantáneamente. Pero por eso debemos entender que esa parte de la sociedad es como un actor que representa una obra basada en el pasado y que existe otra parte que bulle desde lo profundo desestabilizando lo cotidiano y lo corriente. Estos papeles protagonistas defensores de lo cotidiano o los revolucinarios pueden ser representados por cualquier persona o grupo teatral. Una mujer puede aún defender ser pegada por su marido como mandan los cánones de una sociedad patriarcal que subyuga a la mujer. Un hombre puede permitir ser objeto de diversión de otros machos alfa que presuponen que hay que ser duro y que tener sentimientos o mostrarlos indica debilidad. Un niño puede regalarte la mejor de las enseñanzas en un inocente comentario. Un perro que acompaña a su dueño durante toda su vida puede demostrarte el valor de la compañía.
El trabajo de un actor es recordar lo aprendido y repetirlo hasta la saciedad. Hasta que a nadie más le interese ver su obra. Hasta que quede en una anécdota, en algo que pueda inspirar nuevas historias.
Y ahí está la clave del éxito. El éxito de la evolución de nuestra sociedad se basa en conseguir que esa obra deje de representarse, dejando de prestarle atención sin olvidar qué aprendimos de ella. Fijándonos en lo que nos impulsa hacia delante tomando tierra en lo que ya conocemos y queremos cambiar. Porque, afortunadamente, o desgraciadamente, para que esa rueda siga avanzando, ha de existir rozamiento.