La aldea acababa de ser atacada. Fran y Nathan, su sire, se encontraban sentados contra dos árboles en el interior del bosque cercano al pueblo. Habían salido de allí en cuanto se dieron cuenta de que no se trataba sólamente de un Vampiro desperdigado, sino de una manada Sabbat. Nathan era más bajo que Fran pero algo más opulento. Tenía pelo rubio semilargo apelmazado y lleno de polvo que lo hacía parecer casi rasta. Tenía numerosas pecas y sus facciones cansadas y casi ancianas demostraban el desgaste del paso de los años... como vampiro. Nathan meditaba sentado en el suelo sin ningún tipo de muestra de preocupación en su rostro. Pero Fran sabía, a pesar de su inexperiencia, que entrar en el Bosque Negro no era mejorar el plan.
Nathan se levantó al cabo del tiempo, se dirigió a un árbol y empezó a dibujar algo con sus garras.
Fran le siguió y manteniendo cierta distancia le preguntó qué estaba haciendo.
-Paciencia.
Debí haberlo supuesto... Comenzó a dar vueltas nervioso.
Nathan parecía haber completado una traza de tres rayas horizontales y rodeaba el árbol hasta quedarse exactamente en la parte contraria al dibujo inicial.
Cuando acabó fue a realizar lo mismo en otro árbol cercano.
La noche era clara debido a la luna llena. Se podía ver a una gran distancia a través del bosque, además los árboles estaban bastante separados los unos de los otros. Fran pisaba con cuidado de no hacer demasiado ruido para no molestar a su sire en lo que empezaba a parecer algo más que un simple entretenimiento al ver que había completado el mismo dibujo y se dirigía a otro árbol cercano.
-¿Tiene algún tipo de explicación lo que estás haciendo?
-Paciencia.
Fran se alejó un poco de la zona a controlar dónde se encontraban. Hacia el oeste, a lo profundo del bosque se oía un arroyo. Al norte una zona fangosa y al sur subía una colina que parecía bastante escarpada después de unos 100 metros. Al este se encontraba el camino de vuelta al pueblo.
Cuando Nathan terminó con el cuarto árbol se dirigió al árbol del centro del cuadrado que formaban los que había marcado. Esta vez realizó dos marcas verticales, una a cada lado, una en el lado norte y la otra en la cara sur del árbol. Escaló el árbol y Fran le siguió. A los minutos de otear en la lejanía bajaron los dos.
-Sígueme.-dijo Nathan tranquilo.
Recorrieron una línea bastante recta hacia el sonido del arroyo. Cuando llegaron encontraron un riachuelo de un metro de anchura que a veces se retorcía y realizaba pequeños saltos de como mucho medio metro de altura. Las hojas verdes y helechos se agrupaban a la orilla. Era una noche de verano bastante calurosa y pero la vegetación a los pies de los pinos era muy poca, pues se trataba de un suelo bastante pobre en verde y con más tonos marrones oscuros como de tierra húmeda.
-Espero que recuerdes como volver.- dijo Nathan sin expresión ni dejar de avanzar.
Pasaron a recorrer el río dirección norte sin sacar los pies del agua, que apenas cubría por encima de las rodillas, para evitar dejar rastro. Después de unos 20 minutos Nathan saltó del agua y se encaramó a un pino cercano del lado este del río. Fran se quedó esperando.
Nathan bajó rápido y se acercó a marcar de nuevo un árbol.- Tienes que ir de nuevo al punto donde dejé las marcas. No te acerques. En el momento que puedas controlar la zona y veas las marcas súbete a un árbol y quédate vigilando. No ataques. Sólo vigila.
-¿Qué hago si me descubren?
Se detuvo con la zarpa llena de pelo que tenía por mano -Reza porque no aullen.
Fran creyó sentir como sus intestinos muertos se removían inexplicablemente en su estómago y sin detenerse más tiempo echó a correr hacia la zona indicada volviendo por los pasos recorridos.
Cuando alcanzó a ver la zona donde se encontraban los árboles marcados escaló a uno de los árboles más gruesos que encontró. Decidió subir hasta arriba para echar una ojeada. Las puntas de los pinos se movían bailando con la suave brisa de viento caliente proveniente del sur como si de un baile se tratase. La luz de la luna alumbraba la cima rocosa hacia el sur pero no alcanzaba a ver nada en ninguna de las otras direcciones. Sólo un poco de luz se vislumbraba en dirección al pueblo.
Cuando bajó bien pudieron pasar dos horas hasta que hubo algo de movimiento.
Se trataba de una cierva que se acercaba a uno de los árboles cercanos como olisqueando con el morro hacia arriba. Se movía lento pero sin miedo. Según Fran era un animal demasiado confiado para el lugar donde estaba y su comportamiento también resultaba del todo cuestionable, pero decidió esperar.
La cierva olisqueó el resto de árboles y el central. Luego olisqueó el suelo y en un momento saltó corriendo hacia el mismo lugar del que había venido. Maldita sea, igual debería haber hecho algo...
A la media hora pareció haber movimiento otra vez. Pero esta vez no se trataba de una inofensiva cierva. Era un hombre. Se acercaba acechando la zona, con pasos lentos hasta la zona marcada.
Las marcas no parecían llamarle la atención. Pero miraba alrededor en busca de algo... o de alguien. Fran pensó que debería actuar. Igual podría ser ayuda. Igual ese era el plan de Nathan.
Después de pensarlo unos minutos y sin poder aguantarse más realizó unos silbidos en dirección al hombre, que se giró hacia él.
Se agachó lentamente y salió una sombra de su brazo que empezó a acercarse hacia Fran rapidamente. Parecía ser alguna especie de roedor, bastante grande para ser un ratón normal.
La bestia que se acercaba se paró a unos metros del árbol de Fran y comenzó a hacer algunos ruidos... Fran intentó escuchar con atención.
- Baja.... Cobarde...- parecía decir la gran rata en su peculiar idioma.
Fran abrió los ojos como platos y se quedó unos segundos pensando en lo que había dicho la rata como si no estuviese del todo claro. De repente volvió a la realidad y bajó decidido a plantar cara a lo que él mismo había buscado.
La rata volvió a su dueño pero al llegar a él pareció haber un pequeño diálogo entre los dos y la rata se fue en otra dirección.
Fran se acercó despacio hacia él. Cuando estaba aproximándose a unos 10 metros del cuadrado se dio cuenta de que la cierva de antes estaba rondando la zona como esperando mientras comía la poca hierba que encontraba.
-Soy Peryl, caminante del bosque negro. ¿Quién eres tú?
-Yo soy... Fran.
Peryl era un tipo bajito de tez morena. Su acento sureño hacía pensar a Fran que se trataba de uno de sus compatriotas,... o tal vez italiano o griego. Sus ojos rojos como el fuego causaban terror, o al menos inseguridad. Debe ser su maldición...
Después de una explicación de por qué estaba en el bosque sólo espiando el paso y de quién había realizado los cortes en la madera, Peryl parecía conocer a su Sire y ofreció su ayuda de inmediato.
Llevaban medio camino hacia el río cuando oyeron ruidos de madera rota y resbalones en la tierra que bien parecían provenir del lugar donde debía encontrarse Nathan. Parecía estar en apuros.
Peryl, que lo había escuchado más claramente, dejó de seguir la ruta segura de huellas y salió corriendo de modo inhumano en línea recta hacia el origen del sonido. Fran le siguió como pudo.
Nathan estaba rodeado por tres tipos de negro que llevaban armas como bates de béisbol y puños americanos. Uno de ellos tenía garras. Antes de que Fran se diera cuenta Peryl estaba impulsándose con un árbol para llegar dándo un salto sobre uno de los combatientes que tenían rodeado a Nathan.
Fran sin dudarlo aumentó su velocidad y se dirigió al que tenía los puños americanos a la derecha de Nathan. Gritó a la vez que sus manos de dedos largos se convirtieron en garras afiladas y cuando se encontraba a unos metros de su contrincante, que estaba un poco sorprendido, se tiró resbalando con las piernas por delante y dirigió sus garras directamente a las piernas del pobre individuo. Este hizo un gesto de intento de saltar para esquivarle pero no fue lo suficiente rápido.
Cuando Fran había dejado atrás a su oponente, este aún estaba cayendo por su propio peso hacia delante mientras se miraba a sí mismo como se separaba su muslo de la parte inferior de su rodilla.
Fran se recuperó y volvió a por él saltando con las garras por delante. Cuando el indefenso vampiro se había dado la vuelta en la tierra sólo pudo ver la expresión de odio de la cara de Fran mostrando sus colmillos. Su estomago había sido atravesado por ambas garras en el momento de girarse.
-¡Fran! ¡Atento! - Nathan gritó mientras dejaba fuera de combate al del bate de béisbol al partir el bate con su garra y golpearle con sus duras (aunque estropeadas) botas en la boca.
Fran sintió un empujón relativamente débil para la criatura que pudo ver al volverse para defenderse.
Se trataba de un engendro de dos metros con forma de hombre pero que más parecía un lobo a dos patas. No tenía ningún tipo de ropa, pero viendo la cantidad de pelo que le recubría el cuerpo no parecía necesitar algo semejante. Gruñó mientras habría sus fauces y golpeaba con una de sus patas traseras sobre el suelo. Fran se colocó en posición de defensa con las garras por delante y seguidamente el licántropo le golpeó con una de sus garras lanzándolo a varios metros de distancia.
Nathan se interpuso entre ellos y le gritó a Fran que se encargara de los otros. ¿Los otros?
Fran miró hacia la pelea de Peryl. Parecía defenderse bien pero su contrincante era duro de roer. Más allá, riachuelo arriba, se acercaban dos lobos enormes y otro salía disparado en dirección hacia el este. Fran se interpuso entre Peryl y los lobos y miró a su sire que se batía como podía con una fiera que él no había visto en su vida... ni su no vida. Su bestia interior quería salir para sacarle de allí en cuanto pudieran. Pero Fran hizo un esfuerzo sobrehumano y se negó rotundamente a caer en el descontrol abandonando a sus compañeros.
El lobo que se alejaba de los otros dos parecía tener como objetivo otros tres hombres que se acercaban hacia ellos, uno con un arma de fuego que empezó a disparar contra el lobo.
Los lobos se acercaban cada vez más, Peryl acababa de tirar a su contrario al suelo y lo remataba haciendo crujir su cuello con una patada. Fran pensó en como podría acabar con esa fiera. El otro parecía bastante fuerte.
Nathan salió despedido unos siete metros en una de las embestidas del lupus, pero se levantaba de nuevo rechinando los dientes y presentando batalla una y otra vez.
Fran vio que se acercaba uno de los lobos hacia él y decidió esquivar su placaje ocultándose detrás del árbol que tenia a su lado en el último momento. Esto sólo le dio unos segundos ya que el lobo se volvió casi instantáneamente. Ahora eran el uno contra el otro y se miraron a los ojos durante unos segundos que parecieron a camara lenta. Entonces los dos saltaron y se enzarzaron rodando por el suelo.
Fran intentaba evitar sus mordiscos dándole uno y otro zarpazo. El lobo parecía duro, pero Fran sentía que podría con él. Consiguió separarse de él pero cuando intentó levantarse el lobo le mordió el pie y le tiró de nuevo al suelo. Aunque el mordisco resultaba especialmente doloroso, como si le desgarrara de una forma que no había sentido nunca, hizo de tripas corazón, se reincorporó como pudo y sentado propinó un zarpazo que le obligó a soltarle. Cuando el lobo volvió a atacar, Fran colocó las garras en forma de gancho y resolvió a incarlas en el pecho desnudo del lobo que saltaba intentando morderle la cabeza. El lobo gimió y en segundos se convirtió en lo que parecía una piel inerte dejando babas en la cara de Fran que tenía la espalda contra el suelo y apenas se le veía debajo del cuerpo inerte del lobo.
Peryl a unos metros peleaba con el lobo restante y Fran seguía luchando con su bestia interior. No puedo huir ahora...
Se levantó arrodillado y vio como el cuerpo de su sire estaba en el suelo y la gran bestia se acercaba peligrosamente con pasos pesados pero cada vez más cerca de él.
Un paso. Otro paso. Otro paso. Peryl no podía ayudar. Otro paso...
Arrivederci Roma
Hace 15 años
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