domingo, 10 de noviembre de 2013

"Sepp Müller te ha enviado una solicitud de amistad"

Por un motivo o por otro, cuando se habla de Europa, hablamos de una pequeña superficie donde se concentran muchos pueblos de distinta lengua y cultura (dentro de las similitudes lógicas entre pueblos vecinos).

No soy un especialista que pueda hablar sobre lo normal o lo raro de la cantidad de guerras que hemos podido presenciar en esta tierra, ni tampoco de si existe un "ciclo" que defina, según ciertas variables, el número de conflictos que se dan cada determinado tiempo. Pero hablo desde mi humilde e ignorante punto de vista con la poca información (muchas veces errónea) que me llega. Como he hecho desde que empecé este compendio de textos de opinión.

Se sabe que desde ya hace mucho tiempo, la gente se ha movido entre países, e intercambiado cultura y opiniones. Comenzando revoluciones aquí y allí, sembrando la duda de que "todo es perfecto aquí" y con ello ayudando a evolucionar a la sociedad en general. O al menos, ayudando a que exista esa posibilidad de elegir por el simple hecho de saber que existe algo más. Genios se han estado moviendo por distintos países intercambiando teorías científicas, nuevas filosfías y llevando y trayendo consigo la experiencia y sabiduría que atesoraban. Pero las cosas han cambiado.

La gente se mueve por Europa muchísimo más y mucho más rápido. La existencia de una clase media y de las mejoras sociales (grandes o menos grandes según el país) han facilitado que mucha más gente pueda desplazarse y conocer nuevas culturas y tener nuevas experiencias.

Antiguamente, la emigración era en cierto modo obligada. La gente estaba descontenta en su propia tierra. O simplemente no lo suficiente feliz, hasta tal punto que preferían probar suerte lejos de sus hogares y su familia y amigos.
Ahora existe una experiencia previa estudiantil. En la que, de un modo más o menos maduro según los casos, muchos jóvenes de distintos pensamientos, aspecto y lengua se interrelacionan dando lugar a nuevas personas. Pues como animal racional social que somos, queramos o no, dependemos en nuestra evolución de las personas que se cruzan en nuestra vida. Ellas dejan su marca al igual que nosotros en ellas. Y en este caso, esas marcas pueden tratarse de un noviazgo, una gran amistad, o un enemigo de por vida. Pero aunque los estereotipos se mantengan, según la cultura con la que te encuentres, todos nos hemos dado cuenta de una cosa. Que todos somos personas con los mismos problemas, ilusiones y experiencias. Y ahora esas experiencias, problemas e ilusiones no sólo son del mismo tipo, sino que son compartidas desde distintos puntos de vista, o desde los mismos. O lo serán cuando alguien cambie de opinión. Serán vistas desde ojos azules, marrones, negros, castaños, verdes,... Desde la religión católica, evangelista, musulmana,... Desde la canción continua de los idiomas latinos, o la fuerza de los sajones,... Pero las experiencias crecerán juntas.

Cuando se habla del futuro de los jóvenes en Europa, o de Europa en general, se habla de modo pesimista. Jóvenes sin futuro, un mundo basado en la banalidad del consumismo. La eterna rivalidad entre países, causada por movimientos nacionalistas que separan Europa. El ver los países del sur como países donde abunda la vagancia y los del norte como la seriedad hasta el extremo de la depresión y el suicidio.

El caso es que yo he escuchado a mucha gente hablar de Europa como un modo de protección para la supervivencia de los países tan pequeños que somos en comparación con países en América o Asia. Y de la necesidad de estar unidos y de llevarse bien. Sólo hay que imaginárselo.

Y me gusta creer que el futuro de Europa está bien encauzado. Basándome en que la juventud que vive ahora mismo las experiencias que antes no se pudieron vivir, tan en masa como actualmente, está concienciada y tiene una forma de pensar distinta. Porque lo han vivido. Lo han compartido con otras personas. Y estas personas se llaman también David o María, o Fran o Cristina. Pero ahora se pronuncian distinto. O se escriben también distinto. O directamente tienen nombres tan distintos que por sí solos llaman nuestra atención y nos parecen bonitos o directamente horrendos. Pero que después se convierten en un "pues yo conozco una Katja". Y lo mejor de todo, es que estarán hablando con un compatriota y le dirá "pues mi novia se llama así, la conocí en Frankfurt".
No soy el único que tiene contactos en redes sociales, con los que tengo que utilizar otra lengua para comunicarme. Incluso a veces tienes que pensar en qué lengua tenías que hablar con esa persona. Y a veces, puedes utilizar dos de ellas a la vez sin tener apenas problemas para entenderte.

El caso es que no sólo en el ámbito social, sino en el tecnológico y filosófico, se ha evolucionado mucho en los últimos años, por la colaboración de personas de todas las partes del mundo como un único equipo, con un único fin. Y es que aunque somos individuos, la unión hace la fuerza.

Si me preguntan alguna vez que pienso del futuro, diré que nos espera un cambio, lento o rápido, pero no será tan negro como lo ponen. Estamos todos en el mismo barco. Ahora sólo hay que organizarse para que ese barco salga a flote y funcione.

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