Diario de un inmigrante a 23/02/13.
Llega el día que te sientes un poco con ganas de hacer locuras. Te compras un billete que te pasea por toda Alemania en una semana para estar en el carnaval de Mainz y saludar a unos amiguetes de Stuttgart. ¿Por qué iba yo a frenar esos impulsos? Pues ahora como mínimo ya tengo algo para contar en el blog.
Quizás me he comido medio día de viaje en tren. Pero no cambio la experiencia por nada del mundo.
Nunca había visto un paisaje nevado a lo largo de todo un país, al fin y al cabo he cruzado el país de derecha a izquierda y hacia el norte, tipo diagonal. Estaba acostumbrado a campos verdes, montañas en el norte, llanuras interminables de colores cálidos en el sur de España, cultivos de girasoles, olivos, vid, naranjo,... Pero ver todo como si fuera una tarta selva negra tiene también su belleza.
Pasando por estaciones de tren enormes que dicen mucho del país dónde me encuentro y sobre su historia llegué a mi primer destino. Preparado para el Rosenmontag. Disfraz de mujer y para alante. Resultó exitoso, sobre todo entre los hombres -.-
Quién diría que a pesar del frío se puede estar tan bien en la calle bailando hasta las tantas (tantas alemanas son las 12) y pasárselo uno como un niño chico.
Después viaje a Stuttgart con un sólo tren esta vez (hasta Mainz fueron 3 trenes). Y allí a hacer más turismo y a pasarlo bien con los amigos. Cuando llega la hora de volver te das cuenta de lo bien que ha salido y que a veces es mejor una pequeña escapada que estar 3 semanas en el mismo sitio haciendo el vago.
Cuando vuelves, vuelve todo a lo mismo,... a lo mismo que antes era nuevo y cada vez es más normal, más habitual. Ahora empiezo a entrar en lo cotidiano, en un sitio al que vuelvo como si fuera la casa que aún tengo en mi tierra. Creo que tendré que hacer más de estos viajes para no hundirme en la costumbre y dejar de sentir la bendita inseguridad que te hace sentir vivo.
Arrivederci Roma
Hace 15 años