Es un ciclo.
Pero nunca acabamos de aprender. Siempre hay detalles que se nos escapan y sin embargo nos damos cuenta de ellos años más tarde y los vemos tan claramente que parecen haber sido escritos con carteles delante de nuestras narices. Con el tiempo nos damos cuenta de por qué hicimos una cosa u otra. Sin embargo también nos preguntamos cómo fuimos tan tremendamente estúpidos de tomar una u otra decisión.
Y es que tenemos la suerte, o la desgracia, de ser estupidamente predecibles y a la vez impresionantemente temerarios... y aún así siempre hay una razón lógica que explique nuestras pretensiones, nuestras acciones, nuestras reacciones... Escojamos o no un camino siempre habrá una razón para haberlo hecho. Por muy suicida que fuera. Por muy noble que fuera. Por muy bohemio que pareciese.
Y aún así todo se repite. Y siempre tiene las mismas reglas y se basa en los mismos instintos. Pero con distinta edad, con distinta cantidad de experiencia. Y eso es lo que lo hace más divertido. Saber más no te hace tomar las decisiones más inteligentemente. En realidad, lo que hace nuestro cerebro, es dar más importancia a la estadística, y menos a la curiosidad y a las ganas de descubrir. Pero como todos sabemos, un gran porcentaje de estadísticas son falsas.
Al final siempre tenemos la posibilidad de elegir por nosotros mismos si tomamos el camino fácil o más que más probabilidades nos da de ser felices... o de tener éxito... o simplemente el que no nos mata bien muertos, o no nos lo hace pasar mal.
Pero pasarlo mal nunca ha sido algo del todo negativo. Porque es así como nuestro cerebro puede recoger datos y calcular estas estadísticas que, al fin y al cabo, nos influyen en el futuro próximo al tomar decisiones.
Siempre he creído que existe una parte física y otra psicológica que hace esta vida más interesante.
No creo en Dios, pero creo en mi existencia y en la dualidad del ser humano.
Quizás unos lo llaman Dios. Otros lo llaman subconsciencia. Otros lo llaman alma. Yo no le doy un nombre porque siempre quedaría incompleto y nunca estaría bien definido. Pero puedo decir que es algo parecido a la esperanza. Mezclado con confianza y con romanticismo. Pero también terquedad, egoísmo y deseo.
Y además pienso que esta es la parte más poderosa y la que al final tiene la última palabra al escoger los caminos.
Pero sé que las estadísticas que me muestra mi cerebro son la parte lógica o la que me hace pensar claramente y me muestran normalmente el mejor camino para mí como ser vivo, para mi superviviencia, e incluso para mi bienestar.
A veces deseo poder desconectar esa parte tan influyente y dejar trabajar a la razón. A la calculadora de mi cerebro y dejarme de nuevo al cauce donde todo fluye en la dirección correcta.
Pero qué sentido tiene dejarse llevar y no poder decidir y arriesgar en contra de lo lógico y lo "seguro".
No tendría sentido. Nuestro cerebro no podría recoger más datos de nuestros errores y también dejaría de estar en forma y calcular estas cosas como un loco. Por lo tanto tampoco podríamos mejorar nuestra inteligencia para con la supervivencia.
Con esto quiero decir que no podemos vivir sin ninguna de las dos cosas.
Una es necesaria y trabaja sin descanso para juzgar nuestras decisiones, analizar nuestro comportamiento, mostrarnos nuestros errores y avisarnos antes de dar un paso que posiblemente nos lleve a repetir un error o simplemente a algo que no se asemeja lo más mínimo al éxito. Siendo en realidad el error también un éxito en sí, pues será almacenado y añadido a un gran algoritmo que nos muestra la forma de actuar para poder llegar a un sitio a salvo.
La otra no es precisamente necesaria. No es buena ni mala. Simplemente es la chispa de la vida. La que nos da la posibilidad de alimentar a nuestra razón y demostrarnos cada día que no somos más que máquinas imperfectas. Diseñadas para mantener nuestra vida lo mejor posible aprendiendo de cada paso que damos.
Una necesita de la otra para sobrevivir. Y cada vez que quiero desconectar para dejarme llevar, que no quiero avanzar, que tengo miedo de seguir... es la razón la que me está intentando convencer. Pero enseguida recuerdo que estamos aquí tres días, que quiero ver cosas antes de abandonar esta diminuta y mínima estancia en la existencia. Quiero ser egoísta. Quiero ser terco y conseguir lo que quiero. Quiero tener esperanza hasta el fin de mis días. Quiero confiar y poder ser traicionado. Quiero desear. Y sobre todo quiero ser un estúpido romántico, que cree sólo en lo que siente en el presente y le importa un carajo quien le putee o quien le quiera, siempre y cuando pueda decir al final "pero que me quiten lo bailado".
Arrivederci Roma
Hace 15 años